La vendimia en el Marco de Jerez va a finalizar con una producción total en torno a los 44 millones de kilos. Una producción que supondrá una disminución del 23,5 % con respecto a 2021, según ha apuntado el Consejo Regulador Sherry y Manzanilla de Sanlúcar.

Nos encontramos con la vendimia más temprana y más difícil de las registradas hasta la fecha. Un hecho que se pudo comprobar cuando el pasado 28 de julio la primera de las 33 bodegas comenzó con la recogida de la uva.

Desde el Consejo Regulador se ha incidido en la complejidad de esta vendimia «por la enorme disparidad» que ha presidido el estado de la uva en las aproximadamente 7.000 hectáreas inscritas en el registro de viñas.

En términos cuantitativos, se van a recoger aproximadamente unos 44 millones de kilos de uva, lo que comparado con los 57,5 millones de la vendimia 2021 supone una caída de la producción del 23,5 %.

Esta cantidad de uva en la vendimia del Marco de Jerez podría traducirse en unas disponibilidades de mosto calificado para los distintos usos requeridos por los operadores de las denominaciones de origen de 308.000 hectólitros, equivalentes a 61.600 botas.

Las graduaciones obtenidas han sido en general bastante justas, sobre todo en los viñedos vendimiados en la segunda parte de la campaña, más cercanos a la costa. La media de los viñedos inscritos rondará finalmente los 11 grados Baumé.

Temperaturas extremas y lluvias persistentes

Este año se ha caracterizado por la disparidad en lo que se refiere a la evolución del estado fenológico de la uva. Identificándose dentro de las mismas viñas racimos en los que la floración y el cuajado habían sido más tempranos y otros más tardíos.

En cuanto a la meteorología, la campaña del Marco de Jerez ha seguido la tónica de los últimos años, con una pluviosidad escasa, que ha dejado registros entre los 375 y los 450 litros/m². Una cantidad alejada de la media histórica de los 600 litros y repartidas desigualmente por los distintos pagos.

Por otro lado, casi el 90 % de las lluvias cayeron en los meses de diciembre y marzo, de forma persistente y repartidas en muchos días. Esta situación unida a la sequedad que imperaba en el campo tras tres años muy secos, hizo que la tierra absorbiera bien el agua caída, sin que se generaran ni pérdidas ni escorrentías que erosionaran el terreno.

Asimismo, las temperaturas en junio han sido más suaves de lo habitual, a lo que hay que sumar los vientos de levante y la ola de calor «intensa e interminable» de julio. Esto ha provocado una primera floración-cuajado que dio lugar a racimos con una madurez avanzada en julio y una segunda floración-cuajado con racimos más atrasados.

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